Para nadie en particular.

Texto recuperado del 18-12-2018.



Tanto tiempo sin verte, o de pensarte, sería lo mismo. Quizá por eso el impulso de escribirte, aunque no me leas… la duda viajera, sin piedad, atacó mis días desde que en mis oídos retumbó eso de los amores cobardes, de los que habla Silvio Rodríguez en “Óleo de una mujer con sombrero.”
Ya me conoces y sigo siendo tan terco como antes, me resisto a la idea de haber sido una historia más, quedarnos con tanto por contar y tantas veces salvados por los recuerdos.
Fueron meses difíciles, debo confesar que algunas noches dejé las luces encendidas y dejé todas las puertas abiertas… Esperándote, pero jamás llegaste.
Hoy sentí que mi orgullo comenzó a recuperarse y puedo dejarte ir, por el bien de los dos. Seguramente me tomará más tiempo dejar de extrañarte y quererte como te quiero, pero entiendo que lo puedo hacer desde otro lugar.
Y si de casualidad llegas a leer esto, me gustaría que sepas que, a pesar de mis errores, di lo mejor que pude dar… que no te echo la culpa de nada. El amor, la paciencia, las energías, el deseo; se le puede agotar a cualquiera, esta vez nos tocó a nosotros.
Ojalá que cuando decidas compartir tu vida con alguien más, si es que aún no lo estás haciendo, esa persona sienta lo mismo que yo siento cuando te miro; y si es posible sentir más… Ojalá que así sea. Nadie más que vos se lo merece.
Siempre fui un cobarde para las despedidas, nunca las enfrento como me gustaría… y termino comportándome como un niño, porque es la única forma que conozco, que me funciona. No me juzgues, por favor.

Si estás leyendo esto, que nos sirva para darle un punto final… Y si nunca lo lees, no fue esa la intención, es que esta carta no es para nadie en particular.

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