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Lo poco que escribo

  Quisiera poder dormir y despertarme solo cuando los que me quieren quieran verme bien. Y volver a dormir, disimular la existencia por días, por meses. Apaciguar el dolor. Hacer cenizas de este pesar en llamas, calmar la tormenta en lo onírico. No deseo la valentía para transitar lo eterno, tampoco enfrentarme a sus consecuencias. ¿Qué sería de mí sin mi cuerpo? Posiblemente nada, poco ya soy. La angustia como savia recorre mis venas, envenena lentamente la esperanza. Podría luchar, cualquiera podría… Cualquiera que no sea dueño de este hastío. Quedan pocas ilusiones, de hecho, se plasma en lo poco que escribo. Quisiera escribir más, pero ya no soy bienvenido en el mundo de las ocurrencias. El abandono pudo contra la dignidad, ya no se como amar ni ser amado. Debería terminar este texto, corto y sin sentido como todo lo que resta. Quisiera dormir y tal vez no despertarme, la duda no es algo de que sentir orgullo. Sin embargo, dudo… más que nunca dudo. Algo ...

La Muerte de Superman

  Kal-El, derrotado por el amor humano, se enamoró de una estrella. Tiritaba de manera distinta, para él. Brillaba más que las demás. La miraba todas las noches, después de salvar al mundo. Una de ellas, se lanzó a verla más de cerca... Lo que a un terrícola le tomaría 60 m illones de años, a Kal-El solo le tomaba unas horas. Mientras más se acercaba, su estrella iba perdiendo luz. "Es solo la radiación y el hidrógeno" pensó. En pleno viaje la vio explotar, no pudo seguir avanzando. Obnubilado, frenó para observarla, no podía estar más hermosa que en ese momento. Cerró los ojos para continuar, sus emociones lo distraían de su objetivo. Al abrirlos solo había oscuridad. "¿Pero cómo?¿Me desvíe del camino?" Se preguntó. El espacio interestelar posee magnitudes fuera de la imaginación humana, era una posibilidad... Pero no para él, no era la primera vez que emprendía vuelo lejos del planeta Tierra. Confío en su sentido de orientación, hasta encontrarse con un co...

El fin de semana.

  Esta casa, esta vida que no es mía. El fin de semana ya no es autoría de la esperanza, nada es más divertido y expectante que la soledad... Nada más que habitar mi soledad. Un lugar donde garúa fino la melancolía, emerge por todos lados. Y nadie entiende ¿Cómo salgo de ahí? En alguna parte, perdura una pulsión terca que invita a seguir. Los amigos se ríen y brindan por cosas que deben de brindar... Por cosas que van perdiendo el sentido, para mi.

En las Ruinas de Don Patricio...

  En las Ruinas de Don Patricio, donde el viento susurra secretos y la niebla se enreda en los recuerdos, la soledad se alza como un fantasma en sigilo. Murmura entre las piedras, se esconde en los rincones y se refleja en los ojos cansados de quienes vagan por sus calles desoladas. Es un lugar donde el tiempo se detiene y las almas se desgarran. Aquí, la soledad no es un mero estado, sino una compañera constante; como un eco lejano, se repite en cada suspiro, en cada sombra que se desvanece al amanecer. En estas ruinas, donde el silencio es un abrazo frío, las paredes cuentan historias del olvido, los arboles se inclinan como ancianos fatigados y las ramas caídas desnudan sus miedos.   El huésped suele sentarse en sus bancos rotos, descuidados, observando el horizonte sin esperanza. Mientras las aves migratorias pasan de largo, ignorando un lamento desahuciado. En las Ruinas de Don Patricio, las sombras se alargan en la tarde moribunda. Los fantasmas de antaño danzan en...

Mi phármakon.

Versos recuperados del 20-12-2017: Otra madrugada en la que me consumís. Otro domingo de marzo… todos los días. Sos lo más incomprensible y lo más lindo. Y, ¿hasta cuándo? Me pregunto, Si tengo miedo de no encontrar tus labios, si no llego a reflejar luz en tus ojos, si no pertenezco a tu memoria, si das tres pasos y no te alcanzo, si ni siquiera sé porque vos. ¿Por qué no quiero que sea otra? Me desespera… me agiganta, me quitas todo y me das esperanza, me alivias, me curas y me matas… (¡Mi phármakon!) No lo entiendo, pero no es la cuestión; no importan las preguntas, que siguen sin responderse, no importan las veces que tenga que buscarte, no importa la cobardía, ni los obstáculos, ni lo que la gente tenga para decir. Solo quiero encontrarte, que me quieras, sin importar el tiempo que nos lleve, si me queres para hoy, para mañana, solo para un rato… o para toda la vida.   Quiero correr el riesgo, de quererte ante todo… Y cometer...

Para nadie en particular.

Texto recuperado del 18-12-2018. Tanto tiempo sin verte, o de pensarte, sería lo mismo. Quizá por eso el impulso de escribirte, aunque no me leas… la duda viajera, sin piedad, atacó mis días desde que en mis oídos retumbó eso de los amores cobardes, de los que habla Silvio Rodríguez en “Óleo de una mujer con sombrero.” Ya me conoces y sigo siendo tan terco como antes, me resisto a la idea de haber sido una historia más, quedarnos con tanto por contar y tantas veces salvados por los recuerdos. Fueron meses difíciles, debo confesar que algunas noches dejé las luces encendidas y dejé todas las puertas abiertas… Esperándote, pero jamás llegaste. Hoy sentí que mi orgullo comenzó a recuperarse y puedo dejarte ir, por el bien de los dos. Seguramente me tomará más tiempo dejar de extrañarte y quererte como te quiero, pero entiendo que lo puedo hacer desde otro lugar. Y si de casualidad llegas a leer esto, me gustaría que sepas que, a pesar de mis errores, di lo mejor que pude dar… que no te ec...

No te dije que te quiero tantas veces como quise.

Esta casa vacía, de silencio abrumador, esta espina de árbol de miel, esta ausencia tuya encarnada en la piel, estas valijas con recuerdos del amor, estos perfumes olvidados por su comprador, este corazón enjaulado en barrotes de níquel… Estas cenizas húmedas del ayer.   Te hecho de menos, como ves. Te hecho de menos y nunca vuelves. Y se desdibujan nuestros sueños, ahora que ya no existe un después. Solo queda este marzo terco, que desea insistir con tanta fe.   No falta mucho para desprender nuestro último abrazo de mi cuerpo; solo me gustaría entender la necesidad de la distancia, de este insoportable invierno, la verdadera causa de este incendio.   Mientras aprendía a burlar cerrojos y a intentar ver desde los ojos, no me pude olvidar de lo que fuimos; ¿Quién pudiera, en su sano juicio,  olvidar tantos besos clandestinos? ¿Y borrar las fotos que resisten tanto tiempo al olvido?   Todo esto, para decirte...