En las Ruinas de Don Patricio, donde el viento susurra secretos y la niebla se enreda en los recuerdos, la soledad se alza como un fantasma en sigilo. Murmura entre las piedras, se esconde en los rincones y se refleja en los ojos cansados de quienes vagan por sus calles desoladas. Es un lugar donde el tiempo se detiene y las almas se desgarran. Aquí, la soledad no es un mero estado, sino una compañera constante; como un eco lejano, se repite en cada suspiro, en cada sombra que se desvanece al amanecer. En estas ruinas, donde el silencio es un abrazo frío, las paredes cuentan historias del olvido, los arboles se inclinan como ancianos fatigados y las ramas caídas desnudan sus miedos. El huésped suele sentarse en sus bancos rotos, descuidados, observando el horizonte sin esperanza. Mientras las aves migratorias pasan de largo, ignorando un lamento desahuciado. En las Ruinas de Don Patricio, las sombras se alargan en la tarde moribunda. Los fantasmas de antaño danzan en...